Me crucé revisando catálogos con Filmed in Supermarionation (Stephen La Rivière, 2014), un documental que tiene unos cuantos años –anterior al Netflix que ahora conocemos– sobre las series y películas británicas de Gerry y Sylvia Anderson donde los personajes eran marionetas y los vehículos y decorados, maquetas. Es interesante porque no sólo es un buen documento histórico, sino que además las imágenes están restauradas y los propios técnicos y artistas explican gran parte de la tecnología que se usaba.

Hay que reconocer que el resultado final hoy en día resulta un poco raro e incluso inquietante. Eso de ver marionetas (con hilos muchas veces) moviendo la boca y los ojos y «actuando» tiene un punto chocante cuando menos. Pero en aquella época eran consideras películas de gran calidad que competían y superaban en muchos casos a los dibujos animados de toda la vida. Y cómo había un equipo de artistas empeñado en rodar películas «como fuera» la idea de Sylvia Anderson acabó convirtiéndose en series infantiles de gran acogida: Supercar (1961), Fireball XL5 (1962), Stingray (1964), Captain Scarlet (1965) y Thunderbirds (1965), la más famosa de todas ellas, que luego también fue largometraje, aunque no de tanto éxito.

Entre los detalles técnicos sobresalientes:

Doblar las voces era complicado, porque generalmente se grababan antes y luego los titiriteros no conseguían encajar los movimientos de la boca. La solución fue construir un sistema electrónico que analizaba el audio grabado y «tiraba» de los hilos de las marionetas a medida que sonaban las palabras. Resultado perfecto y sin retardos siquiera.
La calidad de los muñecos fue aumentando, desde los primeros que eran marionetas muy básicas hasta los de las películas y últimas series que tenían casi cuatro veces más detalles y complicaciones.
Fuego y agua. Son elementos complicados de filmar «a escala», porque no resultan creíbles. La solución fue rodarlos a más fotogramas por segundo, de modo que al reproducirlos a velocidad normal efecto «cámara lenta» les dotara de realismo. Las explosiones e inundaciones son auténticas, pero ocurrían mucho más deprisa de lo que parece en pantalla.
Submarinos realistas. Rodar debajo del agua tampoco era muy viable; la solución fue colocar gigantescas peceras transparentes delante de las maquetas de submarinos y misiles. Así series como Stingray resultaron también muy realistas, incluyendo algún que otro mecanismo para producir burbujas.
Perspectivas forzadas. Gran parte del secreto de Thunderbirds eran las espectaculares (y grandes) maquetas de las aeronaves y vehículos, que junto con el uso de la cámara lenta proporcionaban realismo. Pero también había que usar la técnica de la perspectiva forzada para que parecieran más grandes, definidas y reales respecto a los fondos del decorado.

La verdad es que el documental es sencillo, correcto y entretenido. Cuando lo acabas te entran ganas de volver a ver algunos episodios o el largometraje Thunderbirds are GO! Creo que voy a buscarlo…

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