Lanzamiento del Sputnik 1

David González Bárcena es graduado en Ingeniería Aeroespacial por la Universidad de León con un Máster Universitario en Sistemas Espaciales y un Doctorado en Ingeniería Aeronáutica por la Universidad Politécnica de Madrid. Actualmente es Profesor Ayudante Doctor en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Aeronáutica y del Espacio en la Universidad Politécnica de Madrid donde imparte clases de Termodinámica Aplicada, Transferencia de Calor y Control Térmico Espacial. Simultáneamente, trabaja como Ingeniero Térmico Espacial e investigador en el Instituto Universitario de Microgravedad «Ignacio da Riva.» Esta anotación es una muestra divulgativa de en qué consiste su trabajo.

Por David González Bárcena

Casi siete décadas han transcurrido desde que, en 1957, la Unión Soviética lanzó el Sputnik 1, convirtiéndose éste en el primer satélite artificial en orbitar la Tierra. Sin embargo, este hito solo fue el inicio de una emocionante carrera en la conquista del espacio que se prolongó durante aproximadamente veinte años en el contexto de la Guerra Fría. En este período, los avances tecnológicos se sucedieron constantemente, dando lugar a los primeros satélites de comunicaciones, sondas espaciales, misiones tripuladas, paseos espaciales y, por supuesto, la histórica llegada del ser humano a la Luna.

En 1969, Estados Unidos cosechó uno de los grandes logros de esta carrera. Neil Armstrong y Buzz Aldrin se convirtieron en los primeros seres humanos en caminar sobre la superficie de la Luna durante la misión Apolo 11. Esta hazaña se repitió en cinco ocasiones más en los tres años posteriores, culminando en 1972 con la misión Apolo 17. Tres años después, la carrera espacial concluyó con la misión Apolo-Soyuz, marcando el inicio de una era de cooperación internacional que ha prevalecido hasta la fecha.

Impresión artística de las naves del proyecto Apolo-Soyuz a punto de acoplarse en órbita – NASA/Robert McCall

Después de la trascendental llegada del hombre a la Luna, surge la pregunta: ¿por qué no hemos regresado en todos estos años? La respuesta no radica tanto en lo que ha ocurrido, sino más bien en lo que no ha sucedido. La Carrera Espacial tuvo su origen en la Guerra Fría, en un contexto de intensa polarización ideológica donde el comunismo y el capitalismo competían por alzarse como modelos de referencia a nivel global. La conquista del espacio se convirtió en un escaparate para obtener prestigio y poder entre las principales potencias de aquella época.

No obstante, no debemos olvidar el conflicto bélico que dejábamos atrás: la Segunda Guerra Mundial. Tras el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, el arsenal nuclear se convirtió en la máxima preocupación de ambas naciones. El desarrollo de los primeros misiles intercontinentales eliminó la brecha oceánica entre Washington y Moscú, y el éxito prematuro de la URSS en las primeras fases de la conquista del espacio puso a Estados Unidos en una posición comprometida, obligándolo a invertir miles de millones de dólares para competir en una carrera en la que empezaban con desventaja.

Los avances de esa época están indudablemente vinculados a la considerable inversión realizada, una inversión que hoy en día sería simplemente inasumible con fines exclusivamente científicos. Entonces, ¿qué ha motivado nuevamente a la humanidad a regresar a la Luna después de más de 50 años? Nos encontramos en un contexto distinto al de la Guerra Fría, y resulta insuficiente atribuir el retorno a la Luna simplemente a una cuestión de prestigio.

Seguir leyendo: Estados Unidos y China: Una nueva carrera por la conquista del Espacio

# Enlace Permanente