Subtitulado por todo lo alto como «El primer nivel de la inmortalidad» y sustentado en una web tirando a cutre pero con buenas intenciones, me topé con The Companion, un proyecto de esos digamos… inquietantes… que surgen de vez en cuando y nos gusta comentar por aquí. Básicamente consiste en que una persona aporte todo tipo de datos sobre sí misma para que sus seres queridos puedan «recrearle» en el futuro tras su muerte. Eso sí, aclaran nada más empezar que esa «entidad» no tendrá conciencia ni memoria cuando sea recreada, aunque servirá de apoyo emocional y cosas así.

El problema, claro está, es que la tecnología para hacer esto no existe. Resonando con fuerza con las gentes del mundillo de la criopreservación –la premisa es la misma– la idea es simplemente guardar todo lo que se les lleve, que ya luego se inventará «mágicamente» la forma de recrear a la gente en el futuro. Al final mirándolo un poco más a fondo, resulta ser como un alquiler de espacio de almacenamiento en tres planes: 100 GB, 1 TB, y 1 TB + genoma + extras. Como la versión de baratillo de una criopreservación económica propia de bazar de la esquina.

Eso sí, da que pensar la idea y la cantidad de datos que sugieren guardar: fotos, vídeos, documentos, copias de tus ordenadores, teléfonos, datos médicos, transacciones bancarias, registros de las bibliotecas, servicios de streaming, correos electrónicos personales y profesionales… Además de eso recomiendan grabar vídeos de todas las habitaciones en las que suelas estar (viene bien para luego recrear todo en realidad virtual 3D), vídeos personales con «reacciones» y gestos, audios de llamadas telefónicas y videollamadas, vídeos de vacaciones y visitando sitios… la lista es tan larga que agobia un poco.

Además de eso recomiendan incluir «listas de datos» con todos los libros que se han leído, discos escuchados, cuadros, esculturas, cualquier obra artística que hayas podido visitar (en persona u online), abrir y grabar lo que hay en todos los cajones, libretas y rincones de casa y hasta los datos de tu electroencefalograma si tienes un aparato de esos que los guarda. Aparte de eso recomiendan secuenciarse el genoma e incluirlo (lo cual es casi lo que menos sentido tiene, pero bueno, debe ser algo más de 100 dólares).

Lo más raro de todo es que piden que toda esa información –que obviamente sería más de un terabyte para muchas personas, más que nada por los contenidos en vídeo– se les envíe encriptada, de modo que nadie pueda leerla (por ejemplo con AES-256). Pero además no hay que enviar la contraseña. Supuestamente eso se resolverá en el «Momento Cero» que es como llaman al hipotético momento dentro de unos 10.000 años (quizá 1.000, quizá 100.000, advierten) en el que se pueda recrear gente a partir de sus datos.

(Lo cual nos lleva a plantear otra cuestión de fondo: quién narices se va a interesar por ti dentro de 10.000 años, si acaso tu linaje llega tan lejos en el tiempo y si esas personas podrían considerarse tus «seres queridos».)

En fin… los que han tenido esta idea al final acaban, como tantos otros casos, pidiendo perras para un servicio que no sólo no está claro que funcione, sino que tampoco tiene mucho fundamento. Podría funcionar… O más bien no. La información aportada podría ser insuficiente para lograr un resultado digno, o podría quedar cifrada para siempre y olvidada cual resto arqueológico. Y aunque esté guardada no en un sitio, sino en tres distintos, eso no garantiza su preservación a lo largo de los siglos. Ni siquiera está claro que pudiera aguantar el paso del tiempo, lo cual vale tanto para los formatos físicos como por supuesto los formatos de archivo. No me imagino yo a mi tarata-tatara-tatara-etc-nieto abriendo un PDF de hace 10.000 años para leerse mis artículos de una revista, por decir algo… si es que acaso hablara el mismo idioma y se conservara el castellano, que habría que ver.

Todo apunta a que es otro claro caso de esos donde lo importante es el concepto aunque la idea todavía necesita un hervor, por no hablar de la tecnología subyacente.

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